Conocida es la influencia del románico en las primeras obras de Joan Miró (1893-1983), y la ascendencia que tuvo después en él el fauvismo y el cubismo, así como su inmersión en la corriente surrealista. Pero menos sabida es la pasión que sintió por la pintura flamenca del siglo XVII y lo mucho que esta influyó en alguna de sus creaciones.
De hecho, Joan Miró realizó los tres óleos de la serie Interiores holandeses, pieza cumbre de su primer surrealismo, copiando, aunque con su propio lenguaje formal y cromático, dos piezas fundamentales del siglo de oro holandés: El tocador de laúd, de Hendrick Sorgh (1611-1670), y La clase de baile, de Jan Steen (1626-1679).
Ahora, las cinco obras se muestran por primera vez juntas en la exposición titulada Miró & Jan Steen, hasta el 13 de septiembre en el Rijksmuseum de Amsterdam. Junto a los óleos se exhiben los dibujos preparatorios que el pintor realizó antes de enfrentarse a las telas ¿un hecho nada corriente en él, ya que solía trabajar espontáneamente¿. Y las postales de las obras que compró y utilizó para sus copias creativas. Un material que evidencia las transformaciones a las que el pintor sometió los lienzos del siglo XVII deformando los objetos y personajes que en ellos aparecen.
Distancia visual
Siguiendo los bocetos es fácil ver la evolución que van sufriendo los elementos, cómo el viejo que asoma por una ventana en El tocador de laúd acaba convertido en una araña en Interior holandés 2, el laúd en una guitarra española y el gato en una bailarina. O cómo va introduciendo objetos de su propia imaginación en Interior holandés 1: una rana, una manzana y un cuchillo, entre otros, que no figuran en La lección de baile.
El resultado es "una obra con mucha más energía, color, movimiento y sonido que la original", afirma Panda de Haan, comisaria de la muestra. Y la distancia visual entre el modelo y la interpretación se explican por "el gran peso que tenían en Miró los sueños y la imaginación", apunta.
Primer viaje
La historia de los cuadros se remonta al año 1928, cuando Joan Miró emprendió su primer viaje a Holanda y quedó fascinado por la pintura que vio. Lo que más le cautivó fue el talento de esos artistas para reproducir los interiores cotidianos, y las escenas en las que aparecían un hombre y una mujer en actitud de cortejo. Posiblemente este interés se debía a que por aquel entonces ya "estaba enamorado de la que después sería su mujer, Pilar Juncosa", apunta Panda de Haan. Esta faceta sentimental también está presente en el resultado final de los Interiores holandeses, que la comisaria interpreta como "un tríptico dedicado al objeto de su amor".
Así, los tres óleos se presentan juntos pero sin seguir el orden numérico. Interior holandés 3, el más grande y en el que se puede entrever una bailarina, cuelga entre el primero y el segundo, ambos con dos músicos como figura central, de manera que la composición sugiere a dos hombres tocando un instrumento y una mujer bailando en medio. Es la primera vez que las tres piezas se muestran colgadas en este orden y como si se tratara de un tríptico. Pero está interpretación no es la única novedad de la exposición.
Una broma
El descubrimiento más importante está relacionado con Interior holandés 3. Durante años se creyó que estaba inspirada en otra pieza de Jan Steen. Según Jacques Dupin, biógrafo de Joan Miró, la obra que representa a una mujer dando luz a una cabra.
De Haan, sin embargo, considera dicha versión una broma de Miró y afirma que el lienzo es "la suma de las otras dos obras". Para sostener la teoría, un manuscrito, de 1965, del propio artista dice: "Interior holandés 3 no se refiere a ningún cuadro en concreto, es un resumen de la serie".
17-6-10 El Periodico
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