5/05/2010

La Catedral, el mayor templo de la ciudad, alberga casi tantas anécdotas como piedras


Que la Catedral de Barcelona no es un templo sino tres (paleocristiano, románico y gótico) es algo que recogen muchas guías turísticas. Pero que bajo el órgano tenía la enorme cabeza de un moro que vomitaba caramelos para los niños en días señalados eso es más secreto. Como también que los responsables del templo decidieron hace poco retirar la Carassa, de casi un metro de altura y cuya barba parece de verdad, y trasladarla al Museu Diocesà en la vecina Pia Almoina para no ofender a los musulmanes.
Anécdotas como ésta se pueden conocer gracias a las visitas guiadas gratuitas que ofrece cada viernes y cada sábado el Arzobispado (reservas al tf. 93 268 75 82), pero también al leer el libro La Catedral de Barcelona, Historia e historias (12 euros, para financiar la reforma del templo) que acaba de publicar Josep Maria Martí Bonet, delegado de Patrimonio Cultural del Arzobispado de Barcelona.
«A los niños se les decía que si no se acababan la sopa, vendría la Carassa», explica Martí a un grupo de estudiantes de Bachillerato del IES Esteve Terrades i Illa de Cornellà de LLobregat. El grupo se ha apuntado a la visita guiada animados por su profesora de Religión, Olga Marchal, que se declara «encantada» con la excursión docente.
De la mano de uno de los guías voluntarios de la Catedral, los visitantes conocen por ejemplo que hay 160 gárgolas, la mayoría con formas de animales. Una de ellas expulsa el agua de la lluvia a través de una trompa de elefante. «La tradición decía que cuando se rompiera la trompa se acabaría el mundo, pero ya se ha roto tres veces y no ha pasado nada», bromea Martí.
Bajo las cabezas de piedra se descubren otras sorpresas, como el zapato esculpido en un muro exterior en recuerdo de su gremio o la sirena de dos colas que trepa por un arco de la puerta principal del templo, como si éste se reservara lo sagrado para el interior y lo profano para la calle. Aunque hay excepciones, como el partido de hockey esculpido en una de las sillas del coro, joya y centro de la iglesia que un viernes al mediodía abarrotan los turistas.
El hecho de que casi cada piedra tenga su propia historia provoca que, a veces, las visitas de grupos, sobre todo de adultos, duren más de dos horas. «Les tienes que decir que es la hora de comer porque la gente te pide más y más historias», explica satisfecha Isabel Ferreres, que lleva 12 años acompañando a los que se apuntan a los recorridos guiados de viernes y sábados.
Una Virgen con mala cara
La visita da mucho juego. El templo tiene un santo incorrupto, cuyo cuerpo puede verse cada 6 de marzo; numerosas reliquias; casi 150 capillas y hasta una Virgen con mala cara, no porque sea fea, sino porque el niño Jesús le toca la cara (ma a la cara). También hay historias falsas como la del Cristo de Lepanto que movió su abdomen para esquivar una bala. Y alarmistas, como la del melón confundido con una bomba en vísperas de la boda de la infanta Cristina.
Las piedras hablan solas. Visita y libro ayudan a escucharlas.

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