11/25/2011

'La Vanguardia' entra en los archivos del Museu d'Història de Barcelona


El Centre de Conservació i Restauració es destino obligado para todo hallazgo arqueológico

Diez mil años de vida de Barcelona minuciosamente depositados, documentados y clasificados en 5.000 m2 de almacenes, salas de trabajo y laboratorios. La Vanguardia ha tenido la oportunidad de realizar un fascinante viaje en el tiempo en compañía de los responsables del Museu d'Història de Barcelona (Muhba) y de los profesionales que, en un discreto recinto de la Zona Franca, reconstruyen los fragmentos de la rica historia (y prehistoria) de la ciudad a partir de materiales de diversa procedencia, la mayoría de ellos de las excavaciones que se llevan a cabo en diversos puntos de la capital catalana.
Este recinto, una golosina para cualquier aficionado a la arqueología y a la historia, es la sede del Centre de Conservació i Restauració del Muhba, lugar de paso obligado para todo vestigio del pasado hallado en Barcelona, ya sea en las obras del AVE en Sant Andreu-Sagrera, en la construcción del aparcamiento de la plaza de la Gardunya o en el acondicionamiento del antiguo mercado del Born.
¿Qué guardan estos dos edificios inaugurados en octubre del 2006? Absolutamente de todo, y todo muy bien repartido entre el archivo arqueológico y el centro de colecciones del museo, este último un fondo formado por 35.000 objetos de todas las épocas, en gran medida procedentes de las excavaciones, aunque una parte corresponde a donaciones o adquisiciones del Muhba. Y donde es posible tropezarse con alguna sorpresa... Nada más comenzar la visita, al aire libre, a la entrada de una de las naves, el jefe del departamento de colecciones del museo, Josep Bracons, muestra un fichaje reciente. Se trata de la estatua de la Victoria, la alegoría franquista que hasta enero pasado presidía el obelisco del Cinc d'Oros (en la intersección del paseo de Gràcia y la avenida Diagonal). La escultura de Frederic Marès, ahora ya restaurada, constituye una excepción en esta gran reserva patrimonial de Barcelona: el Muhba no suele ser el depositario del arte público que es retirado de las calles y plazas de la ciudad. Esa competencia corresponde al departamento de Urbanismo. No obstante, la estatua de la Victoria, que su autor ideó como símbolo republicano y que, acabada la Guerra Civil, mutó en icono franquista, tiene todavía recorrido por delante. Si el proyecto de transformar la antigua fábrica Oliva Artés en el Poblenou en un nuevo centro del Muhba sigue el curso previsto,la obra de Marès pasará a formar parte de la colección que relata-rá la historia contemporánea de Barcelona.
Mientras detallan el complejo proceso que siguen las piezas recepcionadas en la Zona Franca, Emili Revilla, responsable del archivo arqueológico, y Josep Bracons recuerdan la avalancha de hallazgos que se dio en los años de las obras olímpicas y que llegó a producir un auténtico colapso del servicio. Con la caída de la actividad constructora, ese ritmo de entradas en el Centre de Conservació i Restauració del Muhba se ha ralentizado. Pero aquí nunca falta trabajo.
La gran novedad de la arqueología barcelonesa de los últimos años ha sido el descubrimiento de una buena cantidad de restos de un pasado más remoto, especialmente de la época neolítica. Desde los ochenta, la obligatoriedad de realizar por ley excavaciones sistemáticas en cualquier obra que se lleva a cabo en el subsuelo ha propiciado ese salto en el tiempo. El día de la visita de La Vanguardia, en la gran sala de trabajo del archivo arqueológico operan simultáneamente tres equipos. Uno lo hace con restos procedentes de las obras del AVE de la Sagrera, otro con los descubrimientos de la plaza de la Gardunya y un tercero, dirigido por el catedrático de Prehistoria de la Universitat Autònoma de Barcelona Miquel Molesta, se hace cargo de un material que, en algunos casos, como el procedente de los talleres de jaspe del Morrot, en Montjuïc, puede llegar a remontarse hasta 8.000 años antes de nuestra era, al llamado periodo epipaleolítico.
En un laboratorio al que se derivan las piezas más delicadas, Montserrat Pugès, jefa del departamento de restauración del servicio de arqueología, y dos jóvenes colaboradoras manipulan con extremada delicadeza auténticas joyas: objetos de vidrio, metales (Montserrat Pugès nos muestra una daga medieval y unas tijeras de esquilar ovejas probablemente del siglo I)... y restos humanos, huesos diversos y hasta un cráneo, con sus correspondientes piezas dentales, procedente de la necrópolis neolítica de la Gardunya.
"Entendemos Barcelona como un único yacimiento", afirma Emili Revilla antes de explicar que lo que llega a este almacén de la historia –permítase la licencia: en realidad es mucho más que eso– se separa en función del tipo de material: cerámica, vidrio, metal, restos humanos y animales... Cada uno requiere un tratamiento específico, unas determinadas condiciones de lavado, secado y conservación.
Próximamente, dentro del proyecto Coleccionem la ciutat, que acaba de ponerse en marcha, los interesados en acercarse a este recinto hasta ahora casi desconocido podrán hacerlo. Así lo explica el director del Muhba, Joan Roca, quien precisa que ya se ha programado una serie de visitas guiadas abiertas a la ciudadanía en general. El propósito es ir organizándolas en función de la demanda existente.
A quienes se animen, además de tener la oportunidad de conocer el archivo arqueológico, les espera un auténtico festín de historia de Barcelona. Un edificio contiguo al del archivo alberga la colección del museo, un centro con 35.000 objetos perfectamente restaurados y clasificados. El responsable de registro y documentación, Aitor Parra, indica que en los últimos años se produce una media de entre 800 y 1.000 nuevas incorporaciones, el 85% de origen arqueológico y el 15% fruto de cesiones, donaciones o adquisiciones del Muhba.
Cada sala guarda un pequeño o gran tesoro. En una de ellas, siempre catalogadas con esmero, encontramos una amplísima colección de armas procedentes del desmantelado museo militar del castillo de Montjuïc. En otra, una tabla gótica de la capilla de Santa Àgata aparece cubierta mientras se somete a un largo proceso de desinsectización. Relicarios y estatuas de santos patrones revelan la gran importancia que los gremios tuvieron en Barcelona desde la edad media. También hay cerámicas y vidrios multicolores de diferentes épocas y una colección de monedas con más de 8.000 unidades. Y bombas y muchísimas balas de cañones de distinto calibre, disparadas por las tropas borbónicas en el sitio de 1714 o por el general Espartero casi 130 años después, prueba fehaciente, como apunta el director de colecciones del Muhba, Josep Bracons, de cómo esta ciudad ha sido maltratada y ha sufrido a lo largo de su historia.
En otra de las salas, más de 5.000 objetos hallados en el Born –y de los que se conoce hasta el más mínimo detalle– aguardan la hora de regresar al antiguo mercado del barrio de la Ribera para formar parte del museo centro cultural que allí se construye desde tiempos casi inmemoriales. También el mosaico romano de la Sagrera se mantiene a la espera, en este caso de que se lleve a cabo una restauración completa que no será fácil, dado el estado en que salió de nuevo a la luz.
Hay mucho más: sepulcros romanos, armaduras, espadas... Y objetos variopintos –desde el antiguo reloj del mercado de la Boqueria hasta los dioramas que en el XIX anticiparon remotamen-te el cine en 3D, pasando por las artísticas vidrieras que decoraban el burdel de Madame Petit en el Arc del Teatre, que ayudarán al Muhba a construir el relato de la Barcelona industrial, que parte de las fábricas de indianas del siglo XVIII y llega hasta los Juegos Olímpicos de 1992. Pero esa es otra historia.

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