El Museo del Prado acoge en sus salas, y por primera
vez en España, Retrato de Caballero procedente de la colección
del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, atribuido recientemente a
Velázquez. El conservador de pintura europea del Metropolitan, Keith
Christiansen, considera "probable" que este lienzo sea un
autorretrato del pintor sevillano. La obra se exhibe en las salas dedicadas a
Velázquez y pretende ser un homenaje a Plácido Arango, que ha sido hasta hace
unos meses presidente del Real Patronato del Museo.
En rueda de prensa, Keith Christiansen ha explicado la
reciente atribución y cómo tras la limpieza del retrato y su última
restauración, salieron a la luz recursos técnicos y estrategias de
representación típicamente velazqueñas.
Asimismo subraya que desde que observó por primera vez el
cuadro en las paredes del Metropolitan, dudó de que perteneciera al taller de
Velázquez, tal y como se pensaba en el Museo. Durante la presentación del
cuadro en el Museo del Prado, Christiansen explica frente al cuadro de La
rendición de Breda, cómo el hombre del retrato neoyorquino es idéntico al
soldado anónimo que aparece en el extremo derecho de Las Lanzas.
Así y a medida que se avanzaban las investigaciones y
gracias a la colaboración de Jonathan Brown, finalmente, en 2009, optaron por
publicar un artículo atribuyéndolo como original de Velázquez. "El
dinamismo y la animación que tiene el cuadro, conseguida a través de
vibraciones luminosas y una distribución muy sabia de los grados distintos de
acabado, avalan su atribución a Velázquez, como también la avala otra de las
características de la obra: la sensación que transmite de haber sido hecha sin
apenas esfuerzo", explican desde el Museo del Prado.
Pero en la identidad del modelo surgen las divergencias
entre el Prado y el Metropolitan. Para explicar su teoría, Keith Christiansen
compara a este misterioso hombre que llega ahora al Prado con el Autorretrato
de Valencia (que conserva el Museo de Bellas Artes de Valencia) y con el
autorretrato de Velázquez que aparece en Las Meninas, e insiste en su gran
parecido.
Es más, el conservador de Pintura europea del MET ha pedido
un informe a un forense experto en fisonomías, donde se asegura que hay una
"alta probabilidad" de que el personaje retratado en el autorretrato
de Valencia y en Las Meninas sea la misma persona que la que aparece en el
cuadro del Metropolitan. No obstante, tanto el director adjunto del Museo del
Prado, Gabriele Finaldi, como Javier Portús, jefe de Pintura Española de la
pinacoteca, tienen "muchas razones" para dudar de que este caballero
retratado en el cuadro procedente del MET sea el propio Velázquez.
Entre las razones que esgrime Javier Portús, figuran la
propia anomalía que supone que en un cuadro dedicado para exhibirse en el Salón
de Reinos tenga una huella del propio artista y que el hecho retratado ( La
rendición de Breda) haya tenido lugar diez años antes de ser pintado. "En
un cuadro destinado al Salón de Reinos es muy raro que el pintor se
autorretrato. Con los datos que hay es muy difícil afirmar que es un
autorretrato de Vélazquez", subraya Portús, y recuerda que esta idea del
conservador del Metropolitan es producto de la mentalidad del siglo XIX cuando
se pensaba que cualquier cuadro tenía que tener la huella del pintor.
"La comparación entre ambos (el hombre que aparece en
el cuadro del MET y los autorretratos de Velázquez admitidos) nos muestra una
tipología diferente, se observa una frente más ancha, cejas y labios más
marcados y un aspecto más meridional", alega Javier Portús. Este 'Retrato
de Caballero', que se exhibirá en el Prado hasta el 27 de enero, gracias al
patrocinio de la Fundación Amigos del Museo del Prado, había pertenecido, desde
el siglo XVIII, a colecciones privadas alemanas, hasta que en 1925 o 1926 pasó
a manos de Joseph Duveen, el marchante de pintura antigua más importante de su
tiempo.
Con objeto de facilitar su salida comercial, hizo restaurar
el cuadro atendiendo a criterios que satisficieran las expectativas del
coleccionismo internacional. Esa intervención creó un fondo homogéneo, definió
las partes del tronco que estaban simplemente abocetadas, convirtió el cabello
en una masa uniforme y, en general, dio lugar a una imagen muy estática y
uniforme, una sensación que el envejecimiento del barniz no hizo sino aumentar.
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