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9/10/2015

La Pedrera & company- Una exposición reúne seis edificios coetáneos de la centenaria obra de Gaudí

Alrededor de la Pedrera de Barcelona se amontonan diariamente multitud de turistas, fotografiando lo que hemos tenido los barceloneses a la vista durante 100 años sin darle la más mínima importancia. Ahora con el centenario esta gran obra de Gaudí goza por fin del reconocimiento mundial y se le ha dedicado esta exposición "Les altres Pedreres".
Para conocerla de cerca el domingo 18 de noviembre de 9 a 17 h se celebra una jornada de puertas abiertas muy aconsejable.
Os dejo a continuación el artículo publicado hoy el La Vanguardia:


Las grandes obras que revolucionan la arquitectura necesitan tiempo para que la sociedad asimile la nueva sensibilidad que proponen. Ahí está, por ejemplo, el caso de la Pedrera, que nació entre insultos (acusaron a Gaudí de hacer gigantescos cucuruchos enrevesados) y hoy, entrados en el siglo XXI y con cien años recién cumplidos a sus espaldas, ejerce su poder de atracción sobre miles y miles de turistas. No es un caso aislado. Más o menos en el momento en que la casa Milà (ese es su verdadero nombre) se levantaba en el paseo de Gràcia, la Looshaus de Viena era comparada con un sumidero; Charles Rennie Mackintosh, el autor de la Glasgow School of Art era acusado de practicar una arquitectura fea y simplista, y Hector Guimard fue objeto de burlas por su Hôtel Mezzara de París, que la crítica seria de su época veía como un mero alarde de fantasías decadentes...“Tuvieron que pasar muchos años para que la personalidad del Art Nouveau recibiera justo reconocimiento”, asiente Juli Capella, arquitecto, experto en diseño y apasionado divulgador de ambas disciplinas, que ofrece una imagen tan gráfica como demoledora: “Hoffmann vivió sus últimos años deambulando por los bares vieneses sin que el sector arquitectónico le hiciese ningún caso”. Estas reflexiones vienen al hilo del centenario de la Pedrera (el pasado 31 de octubre se cumplieron 100 años desde que Gaudí finalizó la construcción), y en buena medida son las que alientan Les altres Pedreres. Arquitectura i disseny al món a principis del segle XX, una exposición-fiesta de cumpleaños en la que los invitados son seis edificios de viviendas que, como el propio anfitrión, representan otros tantos momentos brillantes e innovadores en el camino hacia la arquitectura moderna. “No comparten muchas más cosas que la excelencia”, advierte Capella, que aún así constata dos hechos fundamentales: “No son copias y se basan en avances constructivos. No reinterpretan el pasado ni lo imitan, y abrieron nuevos caminos en el debate arquitectónico”. Una novedosa maqueta de la Pedrera –la novedad es que se puede tocar, “con cariño, pero se puede tocar”– da la bienvenida a la entrada a la Maison Horta (Bruselas, 1898-1902) de Victor Horta; el Hôtel Mezzara (París, 1910-1911), de Hector Guimard; la Glasgow School of Art (1897-1909), de Charles Rennie Mackintosh; el Palais Stoclet (Bruselas, 1905-1911), de Josef Hoffmann; el Looshaus o edificio Goldman & Salatsch (Viena, 1909-1912), de Adolf Loos; y la Robie House (Chicago, 1908-1910), de Frank Rango.
Les altres Pedreres no es una exposición meramente documental –aunque está repleta de historias que hablan de los edificios, de quienes los proyectaron y de quienes vivieron en ellos, también de la sociedad que los vio nacer, a menudo entre acaloradas polémicas–, sino que consigue recrear ambientes y atmósferas a través de videoproyecciones y, sobre todo, abundante mobiliario y objetos de decoración, diseñados en la mayoría de los casos por los propios arquitectos (hay obras extraordinarias, procedentes del MoMA de Nueva York, el museo de Orsay de París, el Victoria&Albert de Londres o la Albertina de Viena). Es el momento de otro nacimiento: el diseño industrial.
El primero en abrir el desfile de inmensos arquitectos (aún no había nacido el arquitecto estrella, pero tampoco entonces parecía escasear el ego) es Victor Horta, que por algo está considerado el padre del Art Nouveau (“lo que hago no se parece a ninguna realización anterior”, decía), aunque a Capella le parece que habría que revisar esta atribución, y que antes de que el arquitecto belga proyectara la Maison Horta, Gaudí ya había hecho el Palau Güell... De la misma manera que, llegados al final, cuando estamos ante un espléndido Frank Lloyd Wright ya despojado de todo lo que no es esencial y alguien lo reivindica como “el padre de la arquitectura orgánica”, Capella zanja: “sí, pero entonces Gaudí es la madre”. Y argumenta: “Todo en él, incluso aquello en apariencia más ornamental, cumplía una función técnica”.
¿Conocían unos las obras de los otros? Lo más probable es que no. Era un mundo mucho menos
interconectado y viajar era caro y requería mucho tiempo. Por eso mismo, uno de los aspectos más
sugerentes de la muestra es comprobar cómo, en ciudades tan distantes y de forma simultánea, se produce ese cambio radical.
Además de con la exposición (hasta el 24 de febrero), la Pedrera sopla velas con una serie de
actividades, como un recital de Jordi Savall (día 28) o un espectáculo de danza aérea (1/XII).

Publicado en La Vanguardia 13.11.12

Antes del Diluvio

10/23/2012

Creación y destrucción

Cuando Jackson Pollock decidió descolgar la tela y extenderla en el suelo, probablemente no era consciente de que estaba dando inicio a una nueva etapa de la historia del arte. Su acto, surgido de la inquietud y la agresividad de la posguerra, se enmarcaba en la necesidad de destruir la pintura tradicional, no solo como medio sino como concepto. El proceso creativo iba cobrando protagonismo, mientras que la obra de arte acabada, lista para la contemplación, iba perdiendo interés. Destrucción y creación se convirtieron en los elementos paradigmáticos del cambio impulsado por Pollock, que surgía de los delirios alcohólicos que le llevaron a matarse en coche a los 44 años, de los rituales de los nativos americanos y los ritmos jazz y bebop, que marcaban sus movimientos casi coreográficos alrededor de la tela. Sus pinturas, gracias también a las fotografías y filmaciones de su creación captadas por Hans Namuth, se convirtieron en el arquetipo del action painting. Y a su vez la pintura de acción se convirtió en la patada que abrió la puerta a las nuevas prácticas artísticas.
Este fascinante panorama, surgido de la lección de Pollock, se despliega en ¡Explosión! El legado de Jackson Pollock, una exposición que llega a la Fundación Miró de Barcelona, tras su estreno en el Moderna Museet de Estocolmo, gracias al patrocinio de la Fundación BBVA. La exhibición, abierta hasta el 24 de febrero, reúne más de 60 obras de 35 artistas nacidos entre finales de las décadas de 1920 y 1950. Es una selección de grandes nombres y obras emblemáticas.
Muchas de las obras que se exhiben tienen un historial de interesantes controversias artísticas y encarnizadas polémicas. Es el caso de la violenta agresividad de la pintura de Shozo Shimamoto, uno de los fundadores del grupo japonés Gutai, que arrojaba botellas de vidrio llenas de color contra la tela; de los disparos de Niki de Saint Phalle contra globos de pintura, y de los rituales catárticos de los accionistas vieneses con Hermann Nitsch a la cabeza. Es emblemática una obra firmada por Robert Raushenberg, aunque la idea fue de Saint Phalle y en la realización intervinieron muchas personas, incluido el público, cada vez más activo y participativo. Tal como indica el título, Painting made by dancing se hizo bailando encima de una tela diseminada de bolsas llenas de pintura. Cuando la fiesta acabó, los artistas pensaron que podían mejorarla y a la vez llamar un taxi colocándola en medio de la calle, y según las marcas de neumáticos. debieron de pasar varios coches antes de que se detuviera uno.
El recorrido, que arranca con tres obras de Pollock, abarca desde la pintura gestual y performática, pasando por happenings y eventos, hasta planteamientos más conceptuales en forma de instrucciones para realizar pinturas, o coreografías, que ponen de manifiesto la importancia de las ideas generadoras de una obra más allá de su formalización.
“El expresionismo abstracto se proponía desnudar el alma del artista, pero a la vez registrar sus gestos y movimientos físicos, y en las décadas de 1950 y 1960 el aspecto gestual se hizo cada vez más extremo y fundamental”, indicó el comisario Magnus af Petersens, recientemente nombrado conservador jefe de la Whitechapel Gallery de Londres. Entre los vídeos de pintura en acción destaca la célebre performance de Janine Antoni pintando con su pelo, y como contrapunto a la energía salvaje de Pollock, nada mejor que las Antropometrías de Yves Klein, que, de riguroso esmoquin como un director de orquesta, indicaba los movimientos de sus pinceles humanos: hermosas modelos desnudas embadurnadas de pintura que se arrastraban sobre la tela.



Publicat a El País 24.10.12

11/25/2011

Un pequeño Hermitage en el museo del Prado


La exposición, en la que se pueden ver obras de Friedrich, Monet, Rodin o Cézanne, pone el broche de oro al año dual España-Rusia 2011

Sinónimo de la grandeza de los zares y emblema de la cultura rusa, el Hermitage de San Petersburgo no sólo es una de las grandes pinacotecas mundiales, sino que constituye un tesoro en sí mismo. Ahora, una selección de su esencia podrá verse desde el día 8 y hasta finales de marzo en las salas de la ampliación del madrileño museo del Prado.
Concebida no como una mera exposición, sino como todo un "acontecimiento cultural", El Hermitage en el Prado pone el broche de oro al año dual España-Rusia 2011 que arrancó en febrero con El Prado en el Hermitage. Aquella muestra de los fondos de la mayor pinacoteca española fue vista por más de 600.000 personas, convirtiéndose en la más visitada en la historia del museo ruso. Y San Petersburgo promete no quedarse atrás en Madrid.
"Nunca ha habido una exposición de estas características, del Hermitage y sobre el Hermitage, en el extranjero", dijo hoy el director del museo, Mijail Piotrovsky, por videoconferencia. Las casi 180 obras de las célebres colecciones de pintura, dibujo y escultura del museo ruso, pero también de sus piezas arqueológicas, artes decorativas, trajes de época y mobiliario que han viajado a la capital española, ponen de manifiesto "el gran teatro del mundo que es el Hermitage en la actualidad", añadió el director del Prado, Miguel Zugaza.
A fin de introducir al visitante en la propia historia del museo, la exposición arranca con los retratos de Pedro el Grande, Catalina la Grande y Nicolás I, de cuyas colecciones proceden la mayoría de los fondos del Hermitage. A su lado, los lienzos del pintor oficial de la corte, el sueco Benjamin Patterson (1748-1815), muestran la imponente ciudad de San Petersburgo en las riberas del río Neva, donde se erigió en 1703 con París y Amsterdam como modelos. El lujo del complejo Hermitage, compuesto por el Palacio de Invierno y otros tres edificios, queda plasmado en las vistas de sus salas y galerías.
Una de las colecciones más emblemáticas del museo, pero quizá menos conocida fuera de Rusia, son sus tesoros de orfebrería y joyas. Así, la Colección siberiana de Pedro I muestra una selección del oro con el que las tribus nómadas sepultaban a sus reyes y grandes guerreros, con broches de cinturones en los que aparecen tigres y animales fantásticos o el famoso peine con una escena de batalla.
Además de otra pequeña representación de orfebrería griega, la sección dedicada al Hermitage como escenario de la corte muestra como Catalina la Grande introdujo la moda de usar lujosos vestidos de terciopelo y brocados y centros de mesa estilo imperio. Completan la representación de joyas algunas valiosas rarezas que llegaron a manos de los zares: filigranas chinas y joyas indias del siglo XVII, sables persas cubiertos de piedras preciosas o adornos de artesanos europeos, como un curioso pinjante con una carabela procedente de la España del siglo XVI, con cinco esmeraldas engastadas.
Pero probablemente, el mayor atractivo de la muestra sea la rica representación del arte de Europa occidental que ha viajado a Madrid: Pedro el Grande y sus sucesores adquirieron colecciones enteras de Rusia y del extranjero, que llenaron las grandiosas salas del Palacio de Invierno. La sección dedicada a los siglos XVI y XVII queda presidida por el "San Sebastián" de la etapa tardía de Tiziano, en el que la figura del santo emerge imponente de la oscuridad.
La Virgen con el Niño de Durero, El almuerzo de Velázquez, un Paisaje invernal con patinadores sobre hielo de Brüghel el Viejo y otro curioso paisaje de Rubens, retratos de Anton Van Dyck, el Greco y Rembrandt, un Perro guardián de Potter y el famoso Tañedor de laúd de Caravaggio se suman a esculturas neoclásicas de finales del siglo XVIII y principios del XIX como la Magdalena penitente del italiano Antonio Canova o un busto del filósofo francés Voltaire.
La exposición culmina con una muestra de arte de los siglos XIX y XX, donde destacan pinturas románticas de Caspar David Friedrich, lienzos impresionistas de Monet, Rodin y Cézanne y el exotismo de Gauguin. Tres óleos y un dibujo de Picasso -entre ellos Mujer sentada y La bebedora de absenta- compiten en atractivo con la luminosa Conversación cubista de Matisse pero, como no podía ser de otra manera, el arte ruso acapara todas las miradas con el polémico Cuadrado negro de Malevich y la impresionante Composición VI de Kandinsky, uno de los hitos del arte abstracto.
Publicado en La Vanguardia 4/11/2011
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10/20/2011

Metrosexuales del siglo XX a.C.

"¿Cenamos?", parece decir ella, una mujer bella, de grandes ojos y larga cabellera que le cae sobre los hombros. Digamos que no tiene ante sí un plato de raviolis al foie, sino lo que se interpreta como unos simples panes, unas cabezas de ave, de bóvido, que nos sugieren un inminente banquete. Está sentada a una mesa y al otro lado posiblemente está su pareja, porque hay dos aguamaniles, uno para cada uno. Pero la estela está rota y así es ella el centro de atención, y viene a compendiar la exposición que desde hoy puede visitarse en el Museu Egipci de Barcelona: la espalda recta, las piernas dobladas en ángulo recto y los pies juntos y sin sus sandalias, la gargantilla y dos pulseras dan a la figura una elegancia canónica: La Belleza.

La exposición es Moda y belleza en el Antiguo Egipto,permanecerá abierta hasta el 20 de julio del 2012 y explica en un centenar de piezas fechadas entre los siglos XXX y VI a. C. cómo algunos egipcios, hombres y mujeres de un país polvoriento y de agua escasa, cuidaban su aspecto igual que hoy (o más, según los casos).

La mujer lleva el nombre de su soporte (Estela de Hes-Henu) y además de la elegancia desvela en el detalle de los aguamaniles que las manos eran sumergidas antes y después de comer. El de la limpieza es uno de los aspectos que remarca la muestra, donde se narra la vida de las élites, que fueron quienes legaron el arte; las clases populares ni portaban brazaletes ni posiblemente se lavaban las manos. Y muchas de las piezas proceden de las tumbas, que son prácticamente siempre de las clases dirigentes. "Se vivía por la supervivencia, pero la estética es en muchos sentidos perfectamente intercambiable con la actual", valoró ayer el presidente de la Fundació Arqueològica Clos, Jordi Clos.

Moda y belleza... - comisariada por Elvira d´Amicone, de la Università degli Studi de Turín-exhibe sandalias, paletas para el colorete, agujas de cabello, peines, vasijas de alabastro y cerámica para los productos de belleza, telas, pelucas, trenzas, anillos, pendientes, vendajes para las momias en su camino al más allá, túnicas... Seis de las piezas han sido restauradas por el Museu Egipci a fin de integrarlas en la muestra.

Entre ellas hay dos vestidos de lino, procedentes del Museo Egizio de Turín, que nunca habían salido de sus almacenes. Tienen la particularidad de que fueron tejidas formando pliegues horizontales. Y sólo hay veinte de esta clase en todo el imperio egipcio. Cada mitad del vestido tiene los pliegues en un sentido, "de manera que no se arrugan", explica Mariàngela Taulé, directora del museo. Entre las piezas destacan una cajita compartimentada, que fue propiedad del soldado Ii (¡un metrosexual de hace 4.000 años!), donde llevaba sus ungüentos; otra, la cesta-sepulcro de un bebé de dos años, fabricada con haces de junco, junto a la que se exhibe una de las sandalias del pequeño; una ruda superficie de cuero endurecido con agarres para los dedos.

Publicado en la Vanguardia el 19/10/11 por IGNACIO OROVIO

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www. museuegipci. com

10/18/2011

Retrospectiva de Miró

Un gran artista català que amb la seva simplicitat i compromís ens va captivar i encara avui ens meravella a tots.
http://www.tv3.cat/videos/3754012/El-Miro-mes-complet-arriba-a-Barcelona

http://youtu.be/gtv-LiftaiA